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viernes, 30 de mayo de 2014


.Publicado Originalmente en el blog Tren al Sur  el 26 de mayo de 2014. 

Cumplido el evento electoral, quedan resultados adversos desde nuestra perspectiva política y social. La sorpresiva victoria temporal de Zuluaga muestra que Uribe sigue siendo determinante en las elecciones Colombianas y ni la izquierda ni el voto en blanco, la abstención e incluso el mismísimo Presidente lograron atajar a la electorera ultraderecha mentirosa. Casi 500 mil votos de diferencia apartan al candidato de Uribe con el presidente Santos. Sin embargo, la segunda vuelta es un escenario completamente distinto, y los cálculos numéricos y políticos de los dos aspirantes serán los que definan el nuevo mandatario. Por ejemplo, sumados los votos que convergen en la idea de la continuación del proceso de Paz y que rechazan de una u otra forma al Uribismo suman 6’325.371 y quienes replantean los diálogos suman 5’755.669.

Este análisis, “numérico” puede darle una leve ventaja a Santos, pero no todos los votos de Clara López y de Peñalosa irán a su apuesta de Paz electoral. ¿Por qué? sencillo, los votos no se cargan en bolsas amarradas. Por otro lado, el candidato de la Ultra derecha podrá en la Alianza con Marta Lucia, disponer en un gran porcentaje de los votos conservadores.

En ese panorama, El presidente Santos podría contar con el apoyo de un poco más de 1 millón de votos provenientes de la Izquierda (o de la gente que voto por Clara) y de 500 mil que apoyaron a Peñalosa, situación que lo dejaría en una nueva desventaja numérica. Ese millón y medio de votos (más los abstencionistas que se definan en segunda vuelta) lo acompañarían por las siguientes razones generales.

1. Algunos sienten que el proceso de Paz o diálogos resultan de vital importancia para la Paz.

2. Otros, como un movimiento Antiuribista profundo, que se contrapone al modelo guerrerista y la insistente manía del Uribismo de cambiar la constitución a sus intereses.

3. Por otro lado los acuerdos alcanzados por varios sectores en las mesas de concertación.

4. Un sector cree que Santos puede darle paso a políticas de contenido social en el segundo mandato.

5. El temor al resurgimiento de los grupos paramilitares y una representatividad mafiosa.

Así, parece que al Presidente le corresponderá desligarse por completo de su política de “clase” para atender ya sea por acuerdos programáticos o por el apoyo indirecto, el llamado de aquellos que pueden reelegirlo. No la tiene fácil, deberá convencer que su gobierno girará hacia “la paz y lo social” para mantener convergencias. Ya se habla del frente amplio por la Paz.

Los abstencionistas son una marea incierta, por eso ese sector, considero, no volverá a salir a las urnas, o al menos en masa.

Santos, al igual que Zuluaga-Uribe representa un modelo económico ligado al trasnacionalismo, a la gran minería, a la reprimarización, la privatización, la ruina del agro etc. y será un acto de autoflagelación votar por atajar al uno o para dejar pasar al otro cuando no son más que la misma clase explotadora.

Es razonable, ver a la Izquierda en la búsqueda de un acuerdo sobre la base de lo material y lo fundamental, basándose en la aplicación de los acuerdos y los pliegos presentados por todas las organizaciones sociales, sin tener que pasar por un apoyo y firmando cheques en blanco, pero eso desdice a la luz de los hechos, su lucha reivindicativa. Sin embargo, parte simbólica de la Izquierda ha dado desde ya un apoyo incondicional a Santos.

La encrucijada ciudadana es ya bastante incómoda frente a la dicotomía Santos-Zuluaga, aunque no más para los partidos de la Izquierda democrática POLO-UP que tienen la responsabilidad política de orientar de la mejor manera a toda su militancia y a quien les confió el voto.

De todas formas, muchos ciudadanos han decidido apostarle a Santos para frenar a Zuluaga-Uribe, así sea una estocada a sus propios principios, repitiendo la historia eterna de la elección del menos malo.

M. Alejandro Lemus M.
Aso-Escritores.

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