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domingo, 3 de noviembre de 2013

Un fenómeno informativo que ya ha sido discutido entre intelectuales y periodistas independientes se asoma con timidez sobre el tapete de la política en Ocaña.

El análisis de esta situación obedece a interpretar de la manera más adecuada que tipo de intenciones personales busca el saturado repertorio de elogiadores artículos de prensa en casi todo el bufé periodístico local.

¡En que se han convertido periodistas! ¿Hasta cuándo tendremos que soportar esa candidez tan curiosa por el alcalde actual? ¡Hasta dónde has caído Alcalde! Nadie, ni tus funcionarios soportan que tengan que mencionarte hasta en las gracias de las comidas de la casa.

Y es que todo, absolutamente todo, tiene que pasar por la fastidiosa forma de describir una ejecución del presupuesto municipal o de una transferencia nacional o departamental como la obra magnánima del príncipe de la Nueva Madrid. Han llegado al ridículo de mencionar gestiones inexistentes solo para llenar un vacío extraño o tal vez un trauma psicológico de inferioridad que indudablemente aterroriza al señor intocable, excelentísimo alcalde de Ocaña.

Desagrado he visto en varias instituciones, entidades y personas que buscan el apoyo natural que requieren algunos eventos a la Alcaldía municipal, para enterarse luego que el crédito y los aplausos comprados e inocentes se los lleva el principado.

Ha sido tan evidente la forma como acosan a la prensa y a los funcionarios para que les entreguen los aplausos del público dormido, que sale a la vista una situación particular: La competencia permanente que llevó que un príncipe hambriento destronara a otro.

Ocaña, en estos momentos, está arrodillada y la quieren someter a intereses políticos destructores. Y la Prensa local tendrá que dar explicaciones a los ocañeros, cuando les llegue quien no necesite de ellos. 

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