No hay que negar que existe un respaldo electoral para los políticos de la derecha Norte Santandereana, pero ojo, recalco la palabra respaldo electoral, haciendo diferencias entre éste y la convicción del apoyo popular y político genuino.
La hegemonía de la derecha
conservadora no es nueva, sin embargo algunas prácticas rediseñadas que podría
suponer un nuevo tipo de hacer política en el departamento, en los hechos
pragmáticos demuestran una idéntica y permanente batalla por el poder regional
como herramienta de despojo, dispersión de la lucha popular, legitimación de un
Estado promotor de la desigualdad y la permanencia de intereses contrarios a
los deseos de la población.
Lo anterior, como estructura de
un fuerte pensamiento ideológico fundido
dentro de los sistemas estatales e institucionales, impulsado por una
burocracia burguesa, los tecnócratas del
establecimiento, las familias poderosas
del departamento, empresarios y contratistas
locales que viven del presupuesto público y que a su vez patrocinan campañas
electorales.
La mayoría de las curules en NS las
lleva el conservadurismo, con cupos para el partido de la U y los Liberales,
que en últimas representan las mismas intenciones y las mismas proyecciones políticas
tradicionalistas. Esa hegemonía afianzada en la actualidad cuenta con un
componente de endurecimiento financiero: la repartición del presupuesto
nacional que busca cohesión parlamentaria a toda costa. Toda la derecha Norte Santandereana e incluso
aquellos que buscan votos en Ocaña tienen una característica especial, han sido
beneficiados con los extintos auxilios parlamentarios que quiebran la
democracia facilitando la corrupción y el financiamiento electoral a través de
millonarios contratos traídos por rubros de regalías u otras dependencias
nacionales. Es así como, peligrosamente los “legisladores” se convierten en
ordenadores del gasto público, evidente donde tienen en su bolsillo Alcaldes
complacientes como por ejemplo en la ciudad de Ocaña.
La derecha intenta siempre evitar
en profundidad un debate abierto, busca que la política se interprete como un ejercicio
de papel (voto) y profundiza el modelo representativo, es decir, dispersión de
la organización popular y de las prácticas sociales colectivas, para engrasar
el camino de la victoria negociando uno a uno el respaldo electoral fugaz que con
la compra, la obligación laboral, la dependencia contractual, la fiesta, el sancocho
y el engaño orientan la elección final del ciudadano de a pie.
En Ocaña, el caudillismo electorero
y gaseoso que representa Ciro Rodríguez, entendiendo que gran parte de la
población dará su voto por la simple razón de ser “Ocañero” es una muestra de
esa trivialidad que protagonizan los políticos de derecha, que sin más ni más,
se encajonan en sus curules sin que la justicia social y popular les haga
rendir cuentas.
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